
Segunda derrota de la selección, que cae ante Brasil y se complica su pase a cuartos de final
El Arena Carioca es un pabellón coqueto. Pequeño para lo que suele verse en los grandes torneos mundiales. Es una de las pocas instalaciones que quedarán para la posteridad en Río, ya que buena parte de las infraestructuras de estos Juegos serán desmontadas tras la cita paralímpica del próximo mes.
Dentro, la acústica se cuela entre los huesos y convierte la grada en un megáfono gigante. Esa era una de las preocupaciones de Scariolo antes del partido, aunque en cuanto el balón se lanzó al aire el italiano se dio cuenta de que los problemas más importantes siguen estando en su propio vestuario.
Ficha del partido
EspañaRicky Rubio (3), Llull (11), Rudy Fernández (8), Mirotic (6) y Pau Gasol (13) -cinco inicial-: Sergio Rodríguez (10), Navarro (5), Claver (4), Reyes (5), Calderón y Abrines.BrasilMarcelinho Huertas (11), Leandrinho Barbosa (4), Marcus Vinicius 'Marquinhos' (10), Nené Hilario (6) y Augusto Lima (9) -cinco inicial-; Raulzinho Neto (3), Vitor Benite (4), Alex García (9), Guilherme Giovannoni (3), Rafael Hettsheimeir y Cristiano Felicio (7).ÁrbitrosIlija Belosevic (Serbia), Roberto Vázquez (Puerto Rico) y Damir Javor (Eslovenia). Eliminado por cinco faltas Ricky Rubio al inicio del último cuarto.Parciales13-18, 31-34 (descanso); 45-53 y 65-66 (final).
España es un equipo blando y sin confianza. Tímido. Un conjunto que mira a canasta a duras penas y sin convencimiento.
La debilidad defensiva lastró ayer también a la selección, cuyo inicio irregular le condenó a ir a remolque durante muchos minutos. El exazulgrana Huertas, ahora secundario en la NBA, revivió sus mejores días para manejar los hilos de Brasil, una selección menor que se subió a la chepa de España con muy poco. Marquinhos era el ejecutor del plan de Magnano, el único argentino al que se rinde pleitesía en Brasil. El técnico tenía muy estudiada a España y blindó los alrededores del aro para evitar que Pau se paseara por allí. Optó por sacrificar el perímetro, confiando en que la puntería de España siguiera igual que ante Croacia y la jugada le salió bien (18-10, min. 9).
Cada canasta de la selección era un triunfo y los puntos llegaban a cuentagotas. Ricky, para el que la canasta se ha convertido casi en un enemigo, ni se molesta ya en atacar el aro, lo que provoca un embudo en el ataque nacional. Ayer, con Pau excesivamente vigilado, fue Felipe Reyes el que asumió el mando bajo los aros.
La entrada del madridista equilibró la batalla en la pintura y permitió que España despertara de su letargo.
Lo hizo de la mano de Sergio Rodríguez y su ritmo alegre. Una de las pocas buenas noticias de la selección. Un salvavidas con el que se fue achicando el agua. La remontada, lenta, se consumó mediado el segundo cuarto (25-24, min. 14), pero fue fugaz, porque un parcial final de 7-0 le dio ventaja a Brasil antes del descanso (31-34).
Las dudas reaparecieron en la reanudación con más fuerza. La línea de tiros libres era por entonces la única aliada de la selección -aunque después se convertiría en su condena-, que veía cómo Brasil aumentada la distancia hasta hacerla casi inabarcable al inicio del último cuarto (45-56). Once puntos de los que pendían buena parte de los sueños olímpicos del baloncesto español.
Era el momento de sacar el carácter. El orgullo de campeón. Scariolo ordenó una zona que palió los problemas en defensa y en ataque volvió el juego vertiginoso con Llull y Sergio Rodriguez removiendo los cimientos brasileños. El triple, el agujero negro del torneo, se tornó de repente en el mejor aliado. Fuera miedos.
Tras haber anotado un tiro de tres en doce intentos, la selección sumó cuatro en el último período y llegó al último minuto por delante (65-63). Dos puntos que eran un tesoro y que, como ocurrió ante Croacia, se esfumaron por una mala gestión de los segundos finales.
Dos tiros libres fallados por Pau -5 de 12 ayer en esa estadística- le dieron vida a los locales, que se pusieron por delante con un heroico palmeo de Marquinhos. Restaban cinco segundos, pero no hubo milagro.
El lanzamiento final de Llull ni siquiera tocó aro y obliga a España a no despistarse más en lo que le queda para no decir adiós a Río a las primeras de cambio.
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