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martes, 16 de agosto de 2016

Las Leonas solo 2 triunfos y 4 derrotas ¿producto de la Kpolitica?


Juegos Olímpicos

Quedaron 3-0 abajo. Reaccionaron pero no les alcanzó. Por primera vez en cinco Juegos, no llegaron a semifinales. El desafío es volver a la cumbre.

 Gracias por todo. Las chicas saludan a los hinchas, que se entusiasmaron con el descuento y alentaron hasta el final.



Esas gotas que todavía caen en forma muy tenue -resabios de la lluvia torrencial con la que se jugó casi todo el primer tiempo- hacen todavía más triste la despedida. Es el final y las chicas argentinas dejan su llanto en la cancha de Deodoro. Nadie puede consolar a Agustina Habif, “despatarrada” en el banco.
Tampoco a Belén Succi, que se sienta en una silla mientras Florencia Mutio le dice que ya está y que todo terminó. A Julia Gomes Fantasia se le hace interminable ese camino hacia la tribuna pese al abrazo de Noel Barrionuevo. Gabriela Pando, la jefa de equipo, deja que Agustina Albertarrio se hunda entre sus brazos. Carla Rebecchi mira y no quiere mirar el desconsuelo de Lucina von der Heyde y de María José Granatto, las más chicas del plantel... Todo es dolor en este rincón alejado de las luces de Río de Janeiro.

No hubo sorpresa en el partido. Porque cuando estuvieron 11 contra 11 -el ganador llegó a jugar con ocho en un pasaje del segundo tiempo- Holanda fue superior y de esa manera se aseguró la clasificación a las semifinales para seguir su camino hacia una nueva medalla de oro, que sería la tercera consecutiva si finalmente la obtiene.
No hubo espacio para que Argentina pudiera sorprender al mejor equipo del mundo porque las holandesas, aún lejos de sus mejores versiones, fueron más prácticas y más efectivas. Al cabo, el 3 a 2 final fue un lógico reflejo de lo que sucedió en los 60 minutos más allá de ese coraje que mostraron las dirigidas por Gabriel Minadeo y que sólo las hizo claudicar en la chicharra final.


Fue ese sonido estridente el que cerró una racha de semifinales consecutivas en todos los torneos oficiales (Juegos Olímpicos, Mundial, Trofeo de Campeones y Liga Mundial) que el seleccionado jugó desde Utrecht 1998, cuando en aquella Copa del Mundo el equipo que ya dirigía Sergio Vigil ocupó el cuarto puesto. Y fue ese sonido que retumbó en el cielo gris el que también cerró un torneo en el que las Leonas nunca pudieron jugar en su mejor nivel por un factor fundamental: no fueron precisas en las dos áreas.


El equipo tuvo desinteligencias defensivas y un debe importante en la producción de sus delanteras, su punto más alto. Y éste, en el análisis más fino, fue el déficit mayor de los seis partidos jugados. Por diferentes motivos las más grandes no pudieron jamás explotar y el tema de las lesiones de último momento -como por ejemplo la de Merino, que arrastraba desde el Trofeo de Campeones- fue el más evidente; pero tampoco las más chicas no pudieron con la responsabilidad de tomar la bandera y sólo se destaparon en algunos pasajes del duelo ante la débil India.


Sin embargo, más allá de lo que sucedió aquí este equipo sufrió en los últimos años con algunos descalabros impropios de un seleccionado de su jerarquía. Por empezar, mientras casi todos los conjuntos participantes de estos Juegos Olímpicos se prepararon durante cuatro años con el mismo cuerpo técnico,
Minadeo tuvo apenas 11 meses para trabajar ya que asumió después de los Juegos Panamericanos de Toronto. En suma, luego de la medalla de plata conseguida en Londres 2012 pasaron nada menos que otros cuatro entrenadores por el banco argentino: Marcelo Garraffo, Emanuel Roggero, Carlos Retegui y Santiago Capurro.
Un auténtico despropósito. En el medio, jugadoras importantes como Silvina D'Elía o Rosario Luchetti decidieron renunciar por sus diferencias con la dirigencia. Y para colmo, Luciana Aymar fue la protagonista involuntaria del impacto más duro de absorber cuando se retiró después del Trofeo de Campeones de 2014 y después de convertirse en leyenda.



Acá no se trata de refundar porque Minadeo dijo anoche que quiere seguir en su cargo y estas Leonas tienen jugadoras como para redoblar la apuesta y recuperarse pronto del golpe más duro de una historia que nació en Sydney 2000 y que está muy pero muy lejos de terminarse. Es que no sería justo que así sucediera. Al menos por los títulos y los éxitos logrados. Y por esas lágrimas que ayer la lluvia hizo todavía muchísimo más dolorosas.


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