El comedor de los deportistas mide más de 200 metros; los hay encantados con las zonas verdes para pasear y que piden cita para la manicura
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ELEONORA GIOVIO
Rio de Janeiro 4 AGO 2016 - 12:37 CEST
Juegos Olímpicos de Río 2016
Dos olímpicas japonesas comen del McDonald's en la Villa Olímpica ROBERT F. BUKATY AP
Las torres de los edificios de la Villa Olímpica de Río no son tan feas como se ven en las fotos. Para llegar a la casa de los atletas se tarda 10 minutos en autobús desde el centro de prensa. Las primeras banderas que se ven son las de Serbia.
Son las más grandes junto a las de Eslovenia, Kazajistán, Cuba, Eslovenia y Azerbaiyán. La torre de los atletas españoles está más escondida, entre la de Australia y la de Brasil. A los italianos se les reconoce por las gafas de sol y porque llevan los colores de su bandera hasta en las zapatillas.
La antorcha olímpica llega a Río
Hay rusos haciendo colas en el banco, hay ucranios haciéndose selfies delante de un cartel enorme con el Cristo del Corcovado –por si no les da tiempo de ir a visitarlo– y las playas de Ipanema y Copacabana.
Y hay otros, muchos, haciendo cola para entrar al McDonald's a las 12 de la mañana. Huele a hamburguesas y patatas fritas nada más entrar a la zona de recreo de los deportistas de la Villa. Hay un banco, una oficina de correo, una zona-carpa para hacerse foto-recuerdos cachondas con gafas de colores, sombreros y más objetos curiosos –como en las bodas–.
Hay un salón de belleza, una tienda de flores, una tintorería, una sala de realidad virtual –se ve a algunos atletas pegar gritos sentados en sillones con sus gafas puestas–, un supermercado, una oficina que vende entradas para las competiciones y, en la parte final, una zona con arena, tumbonas, sombrillas y un campo de voley playa. Esta mañana está tomado por un grupo de olímpicos polacos.
A lo largo de todo el paseo hay césped artificial y banquetas de colores. Se respira –patatas fritas aparte– buen ambiente. “De todas las Villas en las que he estado, esta es la que más me gusta.
Dentro hay cosas sin acabar, pero tiene mucho verde, muchas zonas para pasear y cada edificio tiene piscina”, cuenta Guillermo Molina, jugador de waterpolo, en sus cuartos Juegos.
Su compañero Daniel López y él ya han pedido hora para el salón de belleza. “Para cortarnos el pelo, en realidad. No pudimos ir el día 2 que nos dieron cita y ahora está tan lleno que hasta el 12 nada…”, cuenta López.
“Nosotras hemos pedido hora para la manicura.
También está llenísimo porque nos han dicho que muchas se han apuntado para hacerse las uñas con los colores de sus países y lucirlas en la ceremonia”, cuentan Carlota Salvatella, Xantal Gine y Cristina Guinea, del equipo de hockey hierba, de paseo por la Villa antes del izado de bandera del equipo español.
Todo lo que necesiten (banco, correos, etc) está en esta zona. El comedor está en la otra parte. Es una carpa enorme de más de 200 metros de largo.
“Y aun así se forman colas…”, aseguran los chicos del waterpolo. “Como te pierdas ahí dentro y tengas que buscar a alguien es imposible encontrarlo”, asegura Cristina.
Las tres se quejan de que hay poca variedad de comida y que todos los días siempre es la misma. Está dividido por sectores según el tipo de cocina: italiana, brasileña, asiática, china, india. “Nosotras vamos a la italiana por la pizza y la pasta.
Y a la asiática: tienen unos fideos y un pollo que son lo mejor”, añaden. ¿Alguna estrella? “Unas compañeras vieron a Phelps.
Nosotros a Nadal y Djokovic”, dicen. Se acaban de perder a Lochte paseando con su nuevo pelo color plata.
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