Regreso de la selección sub 23

La cruel realidad del Vasco y un regreso interminable
Juegos Olímpicos

El DT blanqueó el sueldo de Calderón, ayudante y preparador físico. Además, el viaje de vuelta fue otra odisea.

 Es la hora. Julio Olarticoechea dice sin dudar que el fútbol argentino necesita un cambio ya.

Estos son los culpables

Fue un día de tropiezos y de verdades desnudas. Otro más... Luego de la eliminación, el plantel pasó una noche de silencio y caras largas en el hotel Golden Tulip de Brasilia. Sólo hubo una pequeña reunión para despedir a Lucas Romero, quien se quedó en Brasil y se unirá al plantel de Cruzeiro.
Por la mañana, salieron muy temprano rumbo al aeropuerto Internacional Juscelino Kubitschek, ubicado en las afueras de la ciudad y minutos después de las 10 volaron hacia Río de Janeiro, donde hicieron una escala de cuatro horas. Luego de la extensa espera, el vuelo de Aerolíneas Argentinas partió a las 17.40 del Santos Dumont y llegó cerca de las 21 a Buenos Aires. El incómodo recorrido de regreso mucho se pareció a un espejo de todo lo anterior. Problema tras problema, falta de organización, un desamparo impropio para una competición de élite. Como desde el principio: en la cornisa del papelón.

Antes de pisar suelo argentino, el Vasco Olarticoechea volvió a cargar contra los dirigentes del fútbol argentino y valoró el esfuerzo de los jugadores y de su cuerpo técnico para afrontar el desafío de los Juegos Olímpicos pese a todos los problemas.
 “Tengo contrato hasta marzo y Dios dirá dónde seguiré después. Yo gano muy poco. Caldera, mi ayudante, hace mil cosas, gana 18.000 pesos por mes y hace tres meses que no le pagan.
 Ayer me llamó mi mujer diciendo que estaba sacando plata de mi hija para sus compras. Es como que no te valoran, como que llegué a la AFA de casualidad y, salvo el caso del Chiqui Tapia en el torneo y antes Luis Segura, de los dirigentes nadie sabía lo que yo hacía”, afirmó en diálogo con radio Continental.

El papelón de la Selección olímpica tiene un ranking de culpables
Olarticoechea siguió con su mirada sin vueltas: “Esto es fútbol, sabíamos que podía pasar. La pelota a veces entra y a veces no...
 Lloramos mucho en el vestuario y en el hotel. Los pibes sienten la camiseta. No estamos acostumbrados a irnos tan rápido de un torneo. Yo de entrada dije que no iba a poner excusas. El plantel que viajó es muy bueno.
 La realidad indica que los países pequeños han crecido muchísimo. Estas cosas desprolijas tienen que servir para que los dirigentes entiendan que hay que hacer un trabajo serio y a largo tiempo, todo eso que ahora no hay”.

Disconforme, dolido, realista, el ex futbolista campeón del mundo en México 1986 lo piensa: nada de lo que viene pasando debe ser repetido. Al menos, si la idea es salir de ese caos que impera.

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Julio Olarticoechea no tiene ninguna duda: “Los dirigentes no ven lo que pasa. Tienen que dejarse de pelear y pensar seriamente que le hacen mal al fútbol. Si no se hacen las cosas como se deben hacer, seguiremos así, a la deriva, sin línea de trabajo ni conducción en los juveniles. Jugadores van a seguir saliendo, pero quizá no como Messi o Maradona...”

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