Alberto Palmetta e Ignacio Perrín perdieron sin atenuantes
El marketinero y optimista "hay que ir a Río a darles masa a todos" quedó sólo en eso, en una expresión de deseos.
El bonaerense Yamil Peralta volvió a irse frustrado en su segunda experiencia olímpica. La de Londres 2012 había sido con polémica. La de Río 2016 , inobjetable. La gran picardía, en todo caso, fue que le tocó un cuadro rápido: libre de entrada, dos peleas le garantizaban el podio, al menos el bronce.
Ganó una, pero perdió la que no podía resignar y el boxeo olímpico argentino sufrió la caída una de las apuestas fuertes con las que llegó aquí, con su nutrida legión de seis pugilistas, una excelente cantidad después de varias participaciones con uno o dos representantes.
Con Peralta, el gigante (1,95m) de cara buena que participa entre los pesados (91kg), cuatro de las ilusiones concluyeron su periplo. Máximo ganador de medallas para nuestro país en los Juegos (24, con 7 oros y 7 plateadas, más 10 de bronce), una eterna garantía de alegrías, el boxeo no se sube a un podio desde Atlanta 96, con Pablo Chacón (bronce) en los 57kg. Veinte años que parecen demasiado.
En el Ríocentro, un escenario montado con tribunas tubulares y algunas carpas externas dentro de un Centro de Convenciones que no derrocha estética, Peralta se despidió con esa sonrisa nerviosa del que sabe que tuvo chances desde la teoría, pero que en la práctica estuvo siempre lejos de aprobar la materia.
La escuela cubana tiene su sello histórico, desde los Teófilo Stevenson, pasando por los Félix Savón, curiosamente tío del rival del pesado argentino: Erislandy Savón. Cayó por puntos, en fallo unánime (dos por 29-28 y la restante 30-27).
El "dar masa" mutó durante los dos primeros asaltos por moverse a dos metros de distancia del cubano, lejos del roce. Con mucho respeto por la velocidad de manos del ganador. Mientras en las tribunas el enésimo duelo de los Juegos entre argentinos y brasileños se desarrolló casi como una rutina gimnástica,
Peralta no cesó de mirar hacia uno de esos sectores en lo alto, buscando la indicación técnica. No le hizo caso, porque atacar, atacó poco.
Cabe, es razonable, un planteo estratégico cuidándose de las virtudes del oponente, pero con una experiencia olímpica encima, Peralta sabía que, bajo esa tendencia, triunfar se transformaría en una utopía. Buscó en ese último asalto un poco más de audacia, conectó algunos golpes premiados por un par de jurados, pero era muy tarde.
"Estoy contento porque metí buenas manos, no se la llevó de arriba. Savón es rápido, tiene mucha experiencia.
Los argentinos siempre damos batalla. El boxeo sigue en ascenso. Ahora a lavarse la cara, secarse las lágrimas y a seguir para adelante.
Hay dos compañeros a quien alentar y ya llegará el momento de hacer balances personales", concluyó Peralta. Son ahora Fernando Martínez (52kg) y Alberto Melián (56kg) los encargados de defender un honor que lleva dos décadas haciéndole cintura a la gloria
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